Antes de terminar su peregrinación, el Papa Francisco brinda una misa en el Cenáculo

El papa Francisco alentó hoy a los creyentes a mantener "el entusiasmo y la confianza en nuestro camino y en nuestra misión" y a no dejarse vencer "por el miedo y la desesperanza", durante su visita a la iglesia de Getsemaní, donde celebró su penúltima parada en su peregrinación por Tierra Santa con un encuentro ecuménico con religiosos, abrumado por los sentimientos que le asaltaron en el lugar donde Cristo oró antes de someterse a la voluntad divina que lo llevaría a la cruz.
"Ustedes, queridos hermanos y hermanas, están llamados a seguir al Señor con alegría en esta Tierra bendita. Es un don y una responsabilidad. Su presencia aquí es muy importante; toda la Iglesia se lo agradece y los apoya en la oración", dijo el Santo Padre.
El pontífice aseguró sentir "casi temor" al acercarse a los sentimientos que Jesús experimentó en las últimas horas, acercándose "de puntillas en aquel espacio interior donde se decidió el drama del mundo".
Después, Jorge Bergoglio plantó un olivo argentino en el Huerto, junto al que había plantado hace 50 años Pablo VI, en un gesto considerado por la Custodia de Tierra Santa como un "augurio de paz y prosperidad para Tierra Santa".
"Este árbol es un símbolo de paz y todos deseamos que el viaje del pontífice dé abundantes frutos de paz", deseó fray Benito José Choque, el franciscano de la Custodia de Tierra Santa responsable del convento y de la basílica.
Esta mañana, Francisco había plantado el árbol que es símbolo de la paz también en el jardín del palacio presidencial de Jerusalén, junto al presidente israelí Shimon Peres. Otro olivo fue plantado por Francisco en la Delegación Apostólica.
EN EL CENÁCULO
El Papa se dirigió al Cenáculo, donde Jesús y los apóstoles celebraron la Última Cena, actualmente en disputa. La sala se encuentra en el primer piso de un edificio medieval cuyo subsuelo es un lugar de reverencia para el judaísmo, ya que se cree que allí está la tumba del rey David.
Tras tres intensas jornadas de peregrinaje a Tierra Santa, que concluirán hoy, Francisco dirige la misa en la pequeña sala que se disputan Israel y el Vaticano, y cuyo futuro está en negociaciones entre ambas partes desde hace 20 años.
A continuación, el texto completo de la homilía del Santo Padre:
Queridos hermanos:
Es un gran don del Señor estar aquí reunidos, en el Cenáculo, para celebrar la Eucaristía.
Mientras los saludo con fraterna alegría, deseo agradecerles su significativa presencia. Les aseguro que tienen un lugar especial en mi corazón, en mi oración.
Aquí, donde Jesús consumó la Última Cena con los Apóstoles; donde, resucitado, se apareció en medio de ellos; donde el Espíritu Santo descendió abundantemente sobre María y los discípulos. Aquí nació la Iglesia, y nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos, y el Espíritu de amor en el corazón.
En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su mismo Espíritu a los Apóstoles y con esta fuerza los envió a renovar la faz de la tierra.
Salir, marchar, no quiere decir olvidar. La Iglesia en salida guarda la memoria de lo que sucedió aquí; el Espíritu Paráclito le recuerda cada palabra, cada gesto, y le revela su sentido.
El Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó, como ejemplo para sus discípulos. Lavarse los pies los unos a los otros significa acogerse, aceptarse, amarse, servirse mutuamente. Quiere decir servir al pobre, al enfermo, al excluido, al que resulta antipático, al que me fastidia.
El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio. En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas…, ofrecer todo en sacrificio espiritual.
El Cenáculo nos recuerda la amistad. "Ya no les llamo siervos –dijo Jesús a los Doce-… a ustedes les llamo amigos". El Señor nos hace sus amigos, nos confía la voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse amigo del Señor Jesús. Descubrir en su corazón que Él es amigo.
El Cenáculo nos recuerda la despedida del Maestro y la promesa de volver a encontrarse con sus amigos. "Cuando vaya…, volveré y les llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estén también ustedes". Jesús no nos deja, no nos abandona nunca, nos precede en la casa del Padre y allá nos quiere llevar con Él.
Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –"¿quién es el traidor?"-, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros pecados.
El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad, la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor, cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece y se hace grande… Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la santidad de la Iglesia siempre encuentra su origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de Cristo, de la Eucaristía, de su Espíritu Santo.
El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia, nuestra Santa Madre Iglesia, constituida por Cristo resucitado. Una familia que tiene una Madre, la Virgen María. Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos.
Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia.
De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo vital del Espíritu. Recogida en oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu, y renueva la faz de la tierra.
Agencia EFE y MileniumPress.
0 comentarios